Desde que Heráclito hablara del río en el que es imposible bañarse dos veces, la imagen de la corriente y el agua fluyendo ha pasado a ser la más conocida y utilizada metáfora para referirse al cambio.
Como sabemos además, el agua tiene la capacidad añadida de reflejar en su superficie los objetos deformándolos, distorsionándolos, en un nuevo y continuo cambio que depende de su ondulación, del viento o de los objetos que inciden en la superficie, de tal suerte que el objeto reflejado deja de ser el que era y pasa a existir de algún modo en un mundo paralelo en el que sus contornos se vuelven cambiantes y en el que el fondo del agua pasa a formar parte del paisaje reflejado.
Sobradamente conocido es también el poder o capacidad de la luz solar para manifestar, hacer visible, palpable, el continuo cambio. A lo largo del recorrido del sol por la bóveda celeste va variando continuamente el ángulo de incidencia, la dirección, el color y hasta la temperatura de la luz que nos llega.
La obra del museo del agua de Lanjarón nos está hablando de cambio. El uso del agua en forma de caudal que llega y llena los estanques y que al cesar los deja vaciarse lo demuestra. Lo seco pasa a estar mojado, lo mojado pasa a estar seco. La luz se cuela entre las tablas provocando variaciones continuas de luz y sombra haciendo latir el espacio, los reflejos se prodigan hasta el infinito, los árboles vivos de la plaza crecen y cambian con las estaciones. Los troncos muertos del pavimento, ahora mojados, ahora secos, nos hablan a través de sus anillos del árbol que en su día fueron y que quedó encerrado y enterrado dentro de otro árbol nuevo y más grande y de la eterna alternancia de las estaciones. Troncos que estuvieron abandonados y olvidados, sin dueño y que pasan aquí a tomar un protagonismo excepcional. Naves triviales que fueron molinos, almacenes, secaderos, mataderos, pasan ahora a ser museo con simples operaciones casi de limpieza o derribo. Caños de agua vertiendo sobre la plaza quedan suspendidos casi milagrosamente como si fueran fruto de ese derribo. No hay duda: el cambio está aquí convocado.
Tanta densidad de cambio, tanta variación, podría haber convertido esta obra en un insoportable desasosiego, un bazar, una amalgama o laberinto apabullante de sensaciones. El ceñirse a la escasez de medios y el hacerlo especialmente con los medios naturales del agua, la luz y la materia, la madera, ha convertido esta obra en una singular maquinaria, un antiquísimo reloj. No todo cambia al mismo ritmo, hay elementos que cambian despacio y en relación con los que cambian más rápido parece que permanecen. La ruina, lentamente cambiante, es escenario en el que el agua se prodiga. El llenado y vaciado del estanque es un genial artificio por el que se le impone un ritmo, una cadencia, un orden al agua, protagonista innegable de estos espacios y productora pródiga e inagotable de corrientes, manchas, luces y reflejos, puro cambio ella misma. El agua y la madera hacen cambiar a la luz. Y los ciclos se repiten. El estanque se llena y se vacía, el sol sale y se oculta, la madera se moja y se seca. Un preciso concierto en el que el tiempo canta.
En cierto modo esta obra es una celebración del tiempo. Del tiempo en el que el hombre vive y que es a la vez continuo cambio y continua repetición. Del tiempo de las estaciones, del tiempo del sol, del tiempo de las acequias, de los árboles… Tiempos dados, preexistentes, de cuya presencia en el lugar quizá nadie se ha percatado antes, todos ellos orquestados por el arquitecto de manera sensible y precisa como una pequeña obra de orquesta de cámara.
Conseguir tanto con tan poca intervención y de una manera tan fresca me lleva a pensar que esta obra nace de una continua observación, de una búsqueda continua de la belleza en las cosas más sencillas que propicia una especial facilidad para mostrarla frescamente a la menor oportunidad.
Publicado en Circuito de Arquitectura (revista electrónica trimestral), Primavera 2012, p. 55.
Disponible en: http://circuitodearquitectura.org/revista/2012/primavera/05_PRIMAVERA_2012.pdf
Imágenes
Cabecera: Museo del Agua de Lanjarón, plaza de acceso © Hisao Suzuki disponible en línea en http://www.juandomingosantos.com/Juan_Domingo_Santos/AguaFotos.html#4
Final: Museo del Agua de Lanjarón, plaza de acceso © Hisao Suzuki disponible en línea en http://www.juandomingosantos.com/Juan_Domingo_Santos/AguaFotos.html#6