Un escalofrío me recorre la espalda. Hace frío para estar tanto rato aquí de pie. De pronto añoro la cama que he dejado vacía esperándome y siento otra vez el sueño flotando sobre la nariz. Apago la luz, abro la puerta y a tientas me dirijo al dormitorio. Mañana volveré a entrar en el estudio, esta vez para trabajar, para buscar objetos o papeles, encenderé el ordenador y quizá no me acuerde de lo que he pensado esta noche. Pero no importa. Los objetos seguirán haciendo lo que hacen, cumpliendo fielmente su cometido, indiferentes a mi atención. Lo que he visto en ellos seguirá estando y quizá me ayuden en silencio. Aunque yo no me de cuenta.