Objeto 2. Lámpara «Luz de Marsella».

lampara switch

Fue una forma de ocupar el tiempo. Me la hice el invierno pasado en unos días de inactividad, a modo de entretenimiento. Se compone de una botella vacía de jabón, una varilla de acero galvanizado y un mínimo aparataje eléctrico. Quizá sea ella la que mejor explique eso de que los objetos no llegan por casualidad y que al pasar por el estudio salen transformados. Precisamente en eso representa una contraposición al lápiz.

Me interesa principalmente como materialización de un nuevo comienzo. De ella me parece particularmente atractivo que ese nuevo comienzo, esa vida nueva,  aparece de un modo casi directo, sin apenas elaboración y sin pretensiones.

La botella, que es el personaje principal, sigue siendo eso: una botella. En ella lo único que cambia es su contenido, que pasa de ser jabón a ser luz, y la posición en que se coloca. Con eso es suficiente. La simple operación de llenarla de luz hace que el cascarón obsoleto del que ha huido la función vuelva a cobrar una nueva vida. Una segunda existencia. Una suerte de inesperada resurrección.

Esta modesta operación me hace pensar también en la capacidad que la luz tiene para marcar el tiempo. La luz del sol, con su continuo cambio, su calidad de matices. Y la luz artificial de un modo esquemático o duotono. Hay un antes y un después cuya escueta línea de cambio consiste en pulsar un interruptor.  Una oscuridad que con un solo movimiento del dedo, súbitamente se esfuma. Y me parece hermoso que un objeto inútil,  de desecho, se convierta sin esperarlo en protagonista de tan portentoso cambio.